lunes, 10 de febrero de 2020

Julieta y yo

Puedes añadirme a Facebook como Ortejo Fernandez, y si quieres escribirme hazlo a ortejoatuspies@hotmail.co y ortejoatuspies@gmail.com, sígueme en twitter: @Ortejoatuspies

Una de las ventajas de mi vida, es que tengo la oportunidad de viajar a Colombia por trabajo, y para mi gran satisfacción y sorpresa, logro uno de los sueños de los últimos meses: quedo de verme contigo, sin que ninguno sepamos de nuestro respectivo fetiche de pies, y lo descubrimos de una manera linda en mi cuarto de hotel, antes de salir a cenar.

Todo empieza muy bien, pues te invito a ver la tina del hotel, ya que tú no has visto una tan lujosa (de hecho, ni yo, la empresa me pagó el Hotel Hilton), acorde a lo que me dices. Yo lo interpreto como que quieres que te invite adentro de mi cuarto de hotel, y sintiendo que va a pasar algo muy lindo, lo hago. Y asomándote a la, tina me dices que quieres fingir que vas a probar el agua con tus dedos de los pies, y te miro con deseo, y lo notas. Y te gusta. Y disfrutas mi mirada en tus dedos... ¿cómo es posible que me puedas leer tan bien?  Me dices que el agua está helada y me ofrezco a calentar tus dedos hermosos. Luego apago el aire acondicionado, y me lavo las manos para tocar tus dedos. Los siento muy fríos y te digo que mis manos no son lo suficientemente calientes, que necesito usar mi boca para besar tus dedos y poderlos calentar. Tú sonríes y asientes, porque es lo que deseas y no me habías dicho nunca.

Te sientas en la taza del baño cerrada, y yo me hinco en el suelo. Tomo uno de tus pies con delicadeza, el que tienes desnudo, y lo levanto a mis labios sin dejar de mirarte a tus ojos bellos y grandes. Tus labios delgados tiemblan ligeramente, y se curvan para sonreír un poco. Te inclinas hacia mí, mientras agarro tu pie por el talón con la mano izquierda y la planta con la mano derecha. Mi lengua se sale para recibir tu dedo grande y lo introduzco a mi boca. Froto tu pie y trato de meter todos tus dedos a mi boca. No lo logro a la primera, pero el tamaño grande de tu pie es algo nuevo para mí y logra excitarme. Mucho. Mi erección se transparenta porque no uso ropa interior, y tú la buscas con tu mirada. Cuando la hallas, sonríes con amplitud, y empiezas a quitarte la otra sandalia con movimientos muy ligeros. Yo lo noto y trato de lamer la planta de tu pie.

Te sacas un poco de balance y te ríes. Te apoyas en tu otro pie, ya desnudo, y me abrazas para no pisar muy fuerte mi cara y me miras con ternura.

-El suelo está muy frío, Juli, recárgate en mi cuerpo.

Te enderezas sobre la tapa del baño y recargas tus pies desnudo en mi regazo. Mueves los dedos juguetona, tocas el glande, morado e hinchado de deseo... Perfectamente visible a través de la tela. Puedes seguir el contorno. Yo dejo escapar un suspiro de satisfacción.

- He soñado con esto por meses, Julieta, pero no me atrevía a pensar que te gustaría que te tocara los pies mmm... O que te gustara tocar mi miembro con ellos... Y resulta que...

- Que no debiste pensar por mí, Ortejo.

Acto seguido, pones todo tu peso en mis testículos y pene para besarme en la boca, puesto que tus ortejos me dan masaje en el tronco del pene, y mientras metes tu lengua en mi boca, mis manos buscan tu espalda, tratando de abrir el brasier, de buen tamaño, y lo desato y libero tus senos, porque era strapless. Los toco y froto con el dedo índice y el medio tus pezones, que son pequeños, y tú aprietas las bolas de la planta de tus pies contra mi pene, completamente erecto. Acuno tus senos con ambas manos y me dices "Ortejo, híncate bien para poder tocarte como yo quiera". Dejo de estar recargando mis nalgas en mis talones, y me pongo recto. Tus manos quitan rápida y nerviosamente mi cinturón mientras sigues besándome con cada vez más pasión.

Mis manos acarician tu pecho, tu estómago, tu espalda, tus senos, tu cuello incluso debajo de la blusa. En ese momento, suena mi teléfono y te detienes del beso. Pero el teléfono deja de timbrar y te vuelves a sonreír. Te levantas y me instas a hacer lo mismo. Me jalas hacia la cama y me ves con lujuria. "Yo también quería tenerte así, Ortejo, desde que te dejaste conocer, me has gustado, y no sentí que era mi lugar decirlo..." "Por otra parte, temía que me dijeras que estaba loca por tener estos... Gustos." "No entiendo, Juli, cuáles gustos? Hemos estado haciendo cosas normales y naturales hasta ahora". "Probablemente ninguno de tus amantes haya tocado tu cuerpo de la manera que yo lo he hecho. Cómo toqué, por ejemplo, tus pies..." - Tú sonríes como dándote cuenta de algo -, "no creas que no noté que tu... Amigo, se levantó hasta que viste mis dedos al desnudo". Yo me sonrojo de la franqueza, y me excito de nuevo. "Es que soy tímido, Julieta, por eso no lo menciono nunca" "Tímido? Metiéndote todos los dedos de uno de mis pies en tu boca?" Sentí un movimiento en los testículos al oírte decir eso.

"Pero Juli, porqué lo mencionas ahora?" "Porque... A pesar de que no he tenido muchas relaciones sexuales en mi vida, en todas quiero que me adoren mis pies, no quiero excitarme sin eso... Y veo el fuego de pies en tus ojos... Los deseas... Pero primero, haré esto, y vas a enloquecer."


Me quitas los pantalones y te relames los labios al ver pasar frente a ti mis 20 centímetros de amor. Duros y erectos. Pero te contienes, y te alejas de mi cuerpo para levantar tu falda corta y mostrarme tu tesoro. No traes panties y estás completamente depilada, como si hubieras estado con la esperanza de que esto pasara. Acto seguido, al mantener tu falda levantada con la mano izquierda, levantas tu pie izquierdo a mi boca mientras tu brazo descansa sobre esa rodilla. Me miras desde tu posición de poder, conmigo dominado en la cama y tú levantando una pierna encima de mí, y tu mano derecha se dirige a tu conchita, y comienza a buscar el clítoris. Te masturbas frente a mí con todo tu poder y restregando tu pie sobre mi boca, mi cara, a veces mi lengua... Yo trato de alcanzar a oler o lamer, pero tus rápidos movimientos embarran mi saliva mezclada con tu sudor de pies en mi cara. El olor es exquisito y me toco la verga para darme placer. Entre tus caras de extasis y tus gemidos, te das cuenta de mi acción y detienes mi mano con tu pie : No no no, Ortejo, hasta que yo diga. Mi miembro viril está a punto de estallar. La visión de ti tocando tus partes y tu pie en mi cara es mucho para mis testículos.

Me quedo quieto, como me lo ordenas. Continúas con tu clítoris donde lo dejaste. Cierras tus ojos y vuelves a gemir. Poco a poco. Tu pie ya no se mueve como antes. No. Ahora intenta seducirme, conquistarme, aun si ya no es necesario, aun si ya estoy completamente enamorado de ti y de tus perfectos pies. De tus uñas cuadradas y adorables, que sólo a ti se te ven bien con el largo que elegiste para ellas. De tus arcos maravillosos, de tus dedos impecables, el color de tu piel y lo terso de ésta. El ritmo de tus dedos alrededor de tu clítoris se empieza a volver frenético. Tu boca se abre para jalar aire, el cual falta en tus pulmones y jadeas fuertemente. Mi cabeza se siente enorme mientras abro los ojos para mirar tu expresión, de aparente sufrimiento, pero tu jugosa vulva demuestra que estás gozando a morir. Tu pie me presiona la cara muy fuerte, y tus dedos son tan rápidos, que sé que estás a punto de venirte. Tus labios mayores, menores y clitoris están tan rojos y tan mojados, que deseo lamerlos. Con un grito y una explosión de jugos de amor, liberas tu orgasmo sobre mis piernas y pene.

Miras hacia abajo con un gesto de satisfacción, excitación y alivio, y te avientas sobre mí. Me da un poco de miedo, porque mi fierro sigue muy erecto, sin poder liberar su amor aún. Pero la manera en que me abrazas es aplastando mi miembro viril de una manera muy fina, de abajo hacia arriba, y así queda aprisionado entre nuestros estómagos. Mi felicidad no tiene límites, y tu blusa se mancha del líquido que sale del glande, ese líquido previo a eyacular, y que es para lubricar. Siento tu aliento de nuevo en mi cara, y mi corazón late fuertemente. Porque sé que lo mejor está a punto de suceder. Te saco la blusa como puedo, pues ya quiero besar tus pequeños pezones. Por fin te tengo como yo lo deseé : Completamente desnuda y encima de mí.

- Te digo lo que quiero ahora para poder eyacular como en el paraíso? - Siiii... - Es muy sencillo, Julieta. O Estefanía? - Como gustes. - Bueno, Juli, quiero sentir la explosión de un orgasmo mientras me caricias la cara con tus pies. Sonríes de manera pícara y hasta inocente. - Es justo lo que quiero. Lléname de semen. - Ríes por lo bajo, y me besas.- Hmmm... Tu cara huele a mis patitas... Qué delicia... - Me desconcierto viendo cómo me lames el rostro, y también cómo esto te erotiza tremendamente. - Te gusta tu propia esencia, cierto? - Sin dejar de lamerme, con los ojos cerrados, me contestas con dificultad : - Hmmm.. No...ah... No sé qué me pasa hoy... Normalmente no me importa quitar mi propio olor, hasta froto mis..pies... Hmmm... Contra el pasto...

Y con esto, subes tu pelvis apoyando tu peso en tus manos alrededor de mi cabeza. Milagrosamente, encajas mi pene en tu vulva a la primera, y me vuelves a pedir que te llene de mi amor. Te estremeces. Te pregunto qué pasa. Me contestas que sigues hiper sensible por el gran orgasmo que te diste, porque nunca te habías masturbado encima de un hombre, y menos con un squirting tan abundante como el de hoy. Me siento muy halagado por eso y te sonrío, te tomo de la cintura y te ayudo a clavarte mi vara caliente. Es tanto tu líquido que se resbala hasta el fondo de tu vagina. Suspiro sonoramente y bufo de placer. Es tan grande, que pienso que no tardaré mucho en inundarte toda. Acostada encima de mí, te mueves de manera rítmica pero lenta, deseando lograr un segundo y acompasado clímax. Aunque tu movimiento comienza reclinada sobre mi cuerpo, te enderezas lentamente y tratas de quedar sentada sobre mi regazo. No permites que mi verga se salga de tu interior y tratas de que eyacule lo más pronto posible. Lo cual sucede. Me contorsiono gravemente y gimo al aventar todo lo mío.

Cuando recupero mi respiración, te digo que aún no me vengo con tus pies en mi cara. Te sonríes y te echas para atrás, con el peso en tus palmas, mi pene flácido en tus entrañas aún, y me dices : No te preocupes, esto no se acaba hasta que se acaba. Te lo voy a poner bien duro otra vez. Y levantas tus pies, y yo siento tus nalgas entre mis piernas abiertas, y debido a que eres alta, doblas tus rodillas y bajas tus pies hacia mis pezones, los cuales pellizcas entre tus ortejos... Cierro mis ojos de nuevo y me dejo hacer. Me acaricias con las plantas por todo el tronco, el cuello, la cara, las orejas, y lo haces tan rico, que no me doy cuenta de cuánto has tardado en hacerlo, porque ya estoy erecto y listo para escupir todo mi semen de nuevo.

Yo pensé que no tendría más reservas dentro de mí... Y ahora veo que así es. Siento tantas oleadas de placer total, que me muevo tan fuerte, que te agito a ti! Muchas por mantener el equilibrio con un pie en la cama, y el otro en mi cara. Lo tomo y te doblo el dedo gordo, para poder besarlo, lo chupo, lo lamo, lo succiono y me lo introduzco totalmente en mi boca. Las convulsiones del semen saliendo por el canal interno del tronco de mi pene tieso dentro de tus labios menores, me atrapan en el trabajo del dedo gordo. Me siento en el paraíso en mi boca y mi entrepierna... Y al volver en mis cinco sentidos, sé que me he enamorado de ti y que voy a desear esto por el más largo tiempo que podamos disfrutarlo juntos. Me tienes rendido... A tus pies.

viernes, 3 de enero de 2020

Mi jefa Claudia y yo

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Otra historia... Imaginaria?

-Ortejo! Ven acá! Por enésima vez, mi jefa Claudia me llamó a su oficina para regañarme. Me molestaba como pocas cosas eso, pero sus pies eran deliciosos. Intenté concentrarme para poder, por fin, lograr una foto de sus pies. O al menos de uno, por debajo del escritorio. Me fijé que mi celular tuviera la cámara sin sonido, y sin flash, apagué la pantalla, y caminé hacia ella. Estaba intentando no aparecer nervioso frente a ella, pero la combinación de miedo al despido, y la excitación que se me notaba bajo el pantalón, no me iban a ayudar a eso. Al entrar, vi que tenía los pies recogidos debajo de su silla, por lo cual, no podía verlos bajo el escritorio. Tendría que ser paciente. Comenzó a regañarme, pero sin tanto apasionamiento, y en ese momento, le entró una llamada al teléfono de la oficina. Aunque había una cámara de seguridad en su oficina, sobre su cabeza, los movimientos que se hicieran bajo la parte externa del escritorio no se notarían, así que simulé estar viendo mi WhatsApp mientras ella tomaba su llamada. Estiró su cuerpo, por lo que sus piernas también se estiraron, y uno de sus pies sobresalió, lo que me indicó que tenía cruzada la pierna. Tomé la foto. La voy a adjuntar aquí. Con el pene a punto de explotar, guardé el celular para poder estar tranquilo. Uno como hombre, es lo bastante estúpido como para pensar que le ganó a la mujer. Ja... Claro que no. Ella colgó el teléfono y siguió mi mirada con la suya. Me dijo que quería que la acompañara a la otra oficina, y que nos iríamos en su carro. La camioneta tinto oscuro nos esperó, y cuando llevábamos un par de cuadras, un semáforo dio la oportunidad de que me dirigiera la palabra. -Ortejo, he notado que me miras mucho los pies. ¿Te puedo preguntar porqué? Me quedé paralizado. No sabía cómo se pudo haber dado cuenta. La boca no la pude cerrar, y sólo pude balbucear. Sus escasos 5 años mayor que yo, la hacían enormemente apetecible. Todas las cirugías costosas, aún más. Se había puesto buenísima para su marido. Pero nadie jamás podría alterar la forma de lo que más me gusta: los pies de una mujer. Y me llamaban mucho la atención, a pesar de que no eran del tipo que me gusta. De una forma algo gordita, se le hacían como en forma de sándwich alargado, casi sin arco, a menos que se pusiera unas sandalias blancas que yo amaba. Sus dedos, también regordetes, mostraban una uña alargadita pero no muy grande, por eso parecía no muy esbelto, ni mucho menos de forma cuadrada y definida, como a mí me gustaban. Eran más de formas redondeadas. Pero qué buen color de piel. Antes de que yo pudiera hablar, me ganó el diálogo. - La otra vez me mojé bajo la lluvia, y me metí a la oficina para secarme los pies, porque ni modo que me resbalara con esas sandalias, ¿verdad? Me la pensé mucho para quitármelas, y finalmente lo hice. Pero pues... no era porque me fueras a ver, o al menos, no porque yo ya lo hubiera notado. Así fue como lo noté. Jamás dejaste de vérmelos, y fue una mirada como la que tienes ahorita. Y como yo ya he sabido que hay hombres que les excitan los pies de mujeres, quiero saber lo que se siente. Vamos al motel que sigue. Me quedé petrificado. Pero mi pene más, cuando vi que en verdad nos íbamos al motel. -No te vayas a creer que vamos a tener sexo, ¿eh? - Le respondí -No, sólo quieres que te adore tus pies. -Adorar, ¿eh? ¿Así se dice? Qué buena palabra... - Te haré cosas que no te imaginabas. - Y con esa promesa, entramos al motel, pagó y nos metimos. Al entrar al cuarto, caminó directo hacia la cama y al sentarse, me hinqué. Le tomé las tiras de las sandalias, y se las desabroché, para jalarlas con mis dientes. Volteé a verla a la cara y estaba sonrojada. Procedí a hacer lo mismo con el otro pie, no sin antes levantar su pierna para apoyar su talón en mi hombro. -¿No te huele muy fuerte? - Así es como debe oler, Claudia.- Cuando se los quité, le junté los pies y los puse frente a mi cara, mientras yo cerraba los ojos y ella los abría mucho. Los lamí y comenzó a moverse demasiado. -¿Te dan muchas cosquillas? - ¡Sí! ¡No hagas eso! - ¿Entonces cómo te los voy a adorar? - ¡No sé! Haz otra cosa. - Sin volver a sacar la lengua, le bajé un poco un pie, y me metí en la boca todo su dedo gordo derecho. Enloquecí mientras ella se reía más. -¡No, no te quiero patear! ¡Déjame! - Recargó su pie izquierdo contra mi pecho, y lo bajé hasta mi pantalón. Apreté su planta derecha contra mi cara, y ella, con una combinación de ternura y estupor, empezó a mover sus dedos en ambas patitas. Los de mi cara fueron con ternura, o eso sentí, y los de mi entrepierna, fueron con excitación. Me bajé el cierre, y los dedos de ella buscaron bajar el calzón. Mi gran verga salió y ella me dijo que nunca había tocado una con el pie. Al hacerlo, dijo que le había asombrado lo caliente que se sentía. Me pidió que eyaculara sobre sus pies, porque nunca se había imaginado que pudiera pasar algo así. Me tomé el miembro con ambas manos, y frotando el glande con la izquierda, lo agarré fuertemente con la derecha mientras lo jalaba y lo regresaba. Eran tan furiosos mis movimientos, que resoplé y no tardé en venirme. Todo salió con tanta fuerza, que mojé su pantalón, y pensé que le mancharía la cara a Claudia. Obviamente no era posible. Ella sonrió mientras se enderezaba, y tomando mi miembro, lo limpió con la lengua. Estaba yo tan sensible, que tuve que suspirar muy ruidosamente. Claudia se sintió muy emocionada, y me dijo, "Te dije que no me la ibas a meter". Íbamos de vuelta a la oficina, y al ver que manejaba completamente descalza, me dije a mí mismo que era muy bueno que no se la hubiera metido. Ahora Claudia olería todo el día a mí.

Painted Toes

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