miércoles, 22 de agosto de 2012

Otra fantasía del ayer

Puedes añadirme a ortejoatuspies@hotmail.com , y si quieres escribirme hazlo a ortejoatuspies@gmail.com CONTENIDO FICTICIO... Nunca me pasó, pero... soñar no cuesta nada. Aquí en México la secundaria es cuando ya te puedes ir solo a la escuela. Muchos ya se van solitos desde antes, pero eso es otro cantar. En mi caso de repente la mamá de un amigo pasaba por mí, pues era un favor recíproco con el hijo de ella, un compañero que ni siquiera iba en mi salón, sino que lo conocía de la primaria y realmente tampoco éramos amigos. Nos tocaba a cada rato darnos de golpes, yo no sé porqué seguían yendo por mí después de esas situaciones. Nunca se me olvidará el día en que chocamos justo por eso. No fue grave, pero el "amiguito" mío sí sangró de su nariz y la señora estaba muy enojada. Yo me fijaba en que ella nunca de los nuncas manejaba con zapatos. Es decir, subía al carro con zapatos (me imagino, porque siempre los veía en el suelo del lado del copiloto) pero SIEMPRE estaba descalza cuando manejaba. Eso me causaba un estupor tremendo y paralizante, pues... era una señora muy anciana, probablemente tendría unos 38 o 40 años. Anciana para mí pues. No podía gustarme alguien así, además no era muy agraciada de la cara pero... qué pantorrillas se cargaba. Remataban sus piernas en pies algo regordetes en los que había bastantes venas y unos dedos grandes con uñas redondas y enormes, casi me sentía mal de verlas, pero yo pensaba que era por todo, menos porque me estaba forjando mis gustos fetichistas desde ese momento. Al ir al hospitalito, y luego de unas radiografías al chamaco y a mí de paso, fuimos a su casa ya que mis padres seguían en el trabajo. La mamacita estaba más tranquila y mi cuate se iba durmiendo en el camino a casa, de modo que se encerró en su apestosa habitación y yo me quedé solo con la señora en la sala. Escuchaba sus ronquidos en poco rato. Ella olvidó los zapatos en el carro y era lo que menos le interesaba en ese momento. Era como si se hubiera olvidado de mí, preocupada y descalza por toda su casa, haciendo sus cosas. Con mi pantalón corto de deportes, una erección se fue pintando sin que yo me decidiera en ocultarla, ya que por un lado ella no la notaría, y por el otro, tal vez yo sí quisiera justo eso. Tal vez. Prendió la tele y se sentó en el otro sillón mientras yo estaba en silencio, entre apenado y excitado por primera vez con unos pies, unos pies muy maduros pero que se veían apetitosos y chupables. De algún modo su vista giró hacia mí en un momento, y pasó lo que creí sólo en mi mente. Sentí mi cara arder y me cubrí ahí con mis manos. Ella rió ante el ademán y me preguntó que qué me pasaba. Yo no pude responder. Decidí sin pensar mucho que le diría la verdad y le dije que ... no sabía. Me gustaban mucho sus pies, pero tampoco iba yo a decirlo tan rápido. Sólo sabía que no podía ser demasiado directo, pero también que estaban lejos de mi alcance, y ni siquiera podía pensar qué haría con ellos si los tuviera. Repitió la pregunta entre divertida y curiosa. Era obvio que le interesaba el tema, y a mí también. Mi mirada se fue a sus manos, que tocaban los pies que ella tenía subidos al sillón en sensual pose. Esa piel blanca, piel contra piel, me puso a soñar. -Porqué me miras los pies? -Uh... La situación se volvió insostenible y apreté mi erección con más fuerza. Sentía que me corrían pequeñas lágrimas no en el lacrimal, sino en los bordes de afuera, y que mi cabeza estallaría. Esa alusión directa a los pies fue detonante. Los miré con más fuerza y sin esconderlo. Pasé mi lengua por mis labios, resecos de no cerrarlos. Se acarició el empeine con una sola mano. Se sentó erguida y extendió su pie hacia mí, con el otro en el suelo. -A poco esto te gusta? Sudando estiré mi mano. Las venas de mis sienes latían retumbando. -Puedo...? Ella sonrió y me dijo que me acercara a su sillón. Fui allí y tomando su pie, lo acomodé en mi pierna con timidez. Ella lo acomodó para estar más a gusto y al hacerlo puso su talón justo encima de mi pene. Lo tomé entre mis manos mientras lo amasaba sin delicadeza alguna y ella parecía disfrutarlo sin carga sexual alguna. Pero yo descubrí que para mí sí la tenía y apretaba el pie hacia mi pito para que lo acariciara su talón y ella hacía lo posible para que no pasara eso. Y me desconcertaba un poco y es que no entendí que había que jugar un poco, darle sabor al caldo, literalmente. Después de unos minutos de acariciar a mi gusto, ella puso el otro pie y sonrió de nuevo. "Voy a tener que pagarte por esto, es un buen masaje". Le pregunté cómo pensaba pagarme y volvió a reir. Le tomé el otro pie y ella se recargó sobre sus dos manos al mismo tiempo recostando su espalda hacia atrás, de modo que cargó su peso hacia su enorme trasero y sus pies se vieron más libres de moverse. Lo bueno fue que se movían sensualmente alrededor de mi pene y mi pensamiento fue de sacarlo en una pierna del short. Moví mis dedos mientras tocaba sus plantas y talones, de modo que jalara la manga de la pierna y ella vio mi intención. Se descaró y con los ortejos se metió debajo del short mientras yo los guiaba de una manera muy incómoda por lo pequeño de la prenda. Descubrí que los dedos interactuando eran un sueño hecho realidad y ella sonreía como si le dieran cosquillas. Vimos que eso era infructuoso y me dijo "Ya sácalo", mientras yo metía mi mano por arriba de la prenda y sacaba mis 18 centímetros de carne sin prepucio. El gusto asomó en su cara y mis nervios no tenían fin. Con sus dos pies acarició el mástil que se me asomaba, duro y grueso, con ternura y morbo y sin una palabra. Notó el poco semen que empezaba a brotar, previo a una descarga completa, y lo embadurnó con el ortejo más grande. Entonces hizo lo que no me imaginé a mis 14 años. Su dedo gordo se levantó hacia mi cara y me dijo "toma, siempre he tenido ganas de hacerle esto a un hombre" y me envalentonó terriblemente que me considerara un HOMBRE. Me incliné hacia ella y METIÓ SU DEDO GORDO EN MI BOCA CON SEMEN MÍO. Nunca antes lo había probado, y mucho menos, un dedo del pie de una mujer. Sentí su uña rozar mi paladar y moverse sus otros dedos mientras recargaba su otro pie en mi pierna para no aplastar mi pene. Esos dos tactos me prendieron al infinito y empecé a sentir convulsiones. Ella reía con felicidad y yo guiaba mi verga para apretarla mientras escupiera para más placer, eso sí había aprendido a hacerlo. Al notarlo, ella bajó su pie y lo puso en el suelo, mientras el otro se iba a mis nalgas para ella tomar mi pitote con sus manos y finalizar lo que ella quería. Mi semen explotó y ella lo cubrió con sus manos para que no se manchara el sillón, y me lo embarró en los huevos y las piernas y el estómago mientras esa caricia me llevaba al cielo. Finalmente lo llevó a mis pezones, pues fue abundante el esperma y ahora todo yo olería así. Me volvió a sonreír y me preguntó si me gustó. Evidentemente le dije que sí y dijo que era la última vez, y que eso quedara en secreto entre nosotros. Sí fue la última vez. Y sí fue un secreto. Hasta hoy. PLUS: Trataré de escribir más historias como estas si les parece bien...

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