martes, 31 de diciembre de 2019

Carolina y yo

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Hoy traigo una historia... será real?


Carolina vino de vacaciones. Llevaba 20 años viviendo en USA, una lesbiana declarada, muy guapa y femenina. De 1.75 metros, imponía, y más cuando usaba tacones, de esos que ella llama wedges. Con ellos se ven las uñas de los pies, así que siempre tenía un pedicure perfecto, y lo noté cuando nos vimos en el restaurante. Yo soy un poco más bajo que ella, así que había una diferencia algo notoria, por lo cual todo el tiempo estuve deseando que se quitara los zapatos, pero comprendí que era una fantasía inútil. Terminamos el aperitivo con las historias resumidas de nuestras vidas recientes, y para cuando llegó el plato fuerte, ella ya estaba lista para platicarme la verdadera razón de estar de vuelta en su ciudad, Guadalajara. Su pareja de 5 años de relación, con quien ya vivía, la había engañado... ¡Con un hombre! Al estar en un lugar público, se vio obligada a no llorar, pero también me confesó que se había dado estas vacaciones para alejarse del recuerdo de su mujer. Que le dolía demasiado, y que regresar por un tiempo a su país era la única forma que tenía de olvidar. Pronto empezó a confesar que ella también era culpable del mismo delito, acostarse con un hombre...


Pero a diferencia de su pareja, Carolina nunca involucró sentimientos. La razón por la que buscaba hombres era porque a últimas fechas, ya no podía alcanzar el orgasmo si no la... Ahorcaban. Y para eso, sí necesitaba un macho. Yo sabía que esa práctica existía, pero no sabía en qué consistía, y se lo pregunté, morboso yo. Ella rió y me dijo que no me podía explicar en el restaurante. -¿Te vas a excitar si me platicas? Eso quiero verlo. -Si eso quieres, eso te daré. Yo no me hago responsable si nos corren. Yo ni vivo ya en este país. Mira, a mí me gusta que el hombre me desnude, me acaricie desde abajo hasta mi cuello mientras me dice cosas sucias y me insulta, y me llama su perra. Después me gusta que me aviente a la cama de cara abajo, que me penetre por las nalgas por la fuerza, y que me agarre del cuello con fuerza.


Su respiración fue entrecortándose mientras hablaba. Sus mejillas se ponían rojas. Comenzó a tocar su falda de cuero negro por debajo de la mesa. Ella prefería que nadie viera eso. Mientras me platicaba sus gustos sexuales lo hacía en voz media, sin hacerlo muy fuerte. Pero tampoco muy bajo. Se dio cuenta que no podría tocarse mientras la usara, y mientras seguía hablando se subía la falda, con ánimos de que le quedara de cinturón... - También me gusta que estando yo sentada en la cama, él me penetre, mientras me ... Su mano comenzó a moverse bajo la mesa, y ésta comenzó a temblar. Cerró un poco los ojos cuando dijo lo siguiente: - Mientras me cachetea. Me gusta mucho eso, un poco de violencia. Ya las nalgadas no me saben a casi nada, pero no puedo dejar de pedirlas mientras me están besando, y las manos grandes y duras de un hombre son lo que quiero para que me maltraten.


Su respiración se hizo más errática mientras yo la veía a los ojos para que no se notara que estaba demasiado excitado. Le dije en voz baja: "Quiero probar eso contigo esta noche". Ella siguió frotando sus genitales y me dijo que sí quería, que por eso no traía ropa interior. Mi pene reaccionó y mi cara se sintió igual de caliente. Le dije que pediría la cuenta, y que se calmara para eso. Me dijo que sólo dejaría de tocarse, que no podría calmarse. Llamé al mesero y tras pagar con efectivo para que todo fuera lo más rápido posible, la subí a mi carro y nos fuimos a su hotel. Era un lindo hotel cerca de Plaza del Sol, y entramos a su habitación en silencio, ya casi a las 11 de la noche. Me preguntó que qué quería a cambio de este favor, y yo le volteé a ver los pies... Le dije que quería esos pies. Se puso al lado de un espejo y se tomó una foto de sus piernas y me la mandó a mi celular. Le dije que una foto no me bastaría. -¿Quieres hacerles más cosas a mis pies? -Claro, Carolina... ¿No imaginas qué? -No, pero así es mejor, tú me lo haces, sin que yo sepa qué esperar. Al cabo que no tengo cosquillas en los pies... Pero ya sabes lo que quiero.


Carito se sentó en la cama, mientras estiraba sus piernas hacia mí. Me puso una cara tan lasciva, que de inmediato le dije lo que estaba pensando. "Me encanta tu cara de putita, así debes de verte, así me has gustado desde antes de que te fueras del país..." Ella se sonrió y dijo "Vas". Le tomé los hombros al mismo tiempo, y se los froté. Bajé mis manos a su blusa, y se las metí a los senos. Eran de un buen tamaño, y no estaban fríos a pesar del clima, estaban super calientes y super sedosos. Le bajé la blusa, cubriendo su estómago con ella, y me di cuenta que no usó bra tampoco. Eso significaba que venía con esas intenciones. Me excitó que ella pensara eso de mí, y de inmediato procedí a torcer sus pezones, oscuros, grandes y parados, muy prominentes, besables. Pero no los besé. Le dije que me quitara el pantalón, y mientras me acercaba a ella, le agarré las nalgas, le subí la falda, y en efecto, tampoco traía panties. Mi pene no podía de emoción, y cuando ella bajó el boxer, mi pitote se zangoloteó como loco, y ella lo detuvo con sus manos juntas. Levanté más la falda, y su vulva, alta como ella, se mojaba al contacto con mi glande. Se dobló de rodillas un poco, y mis manos subieron de los senos a su cuello.



Con mi cuerpo sobre el suyo, me terminé de quitar los pantalones para estar más libre. Mis rodillas se clavaron más en el colchón, pues ahora estaba usando mis manos para rodear el cuello de Carolina. Al sentirse ligeramente aprisionada, se agarró fuertemente sus grandes tetas naturales, y frotando sus pezones, me susurró "dale, más". Mis dedos pulgares acariciaron fuerte su garganta mientras los otros se aferraban a su nuca. Ella levantó el pubis para ensartar mi vara en su panocha, y con mucha dificultad, logramos el coito en esa situación. Afortunadamente tengo la verga larga. Con nuestros sexos unidos, ella movió su cadera en círculos y mi pene comenzó a sentirse super apretado, y estimulado por todas partes. En un ambiente tan cálido y mojado, la sensación ahí era indescriptible. Mis pulgares apretaron un poco más, y sus ojos se pusieron en blanco mientras respiraba con lujuria y sus manos me manipulaban las nalgas. Atraía mi cabús hacia su pelvis con movimientos más rítmicos, y tuve que eyacular.



Nuestros movimientos fueron haciéndose más lentos a medida que pasaba el tiempo. Le dije que se pusiera boca abajo, porque ahora era mi turno. Lo hizo, y sin poder verme, le levanté la pelvis, con un cojín debajo de ella. Mi pene logró otra erección, pero más suave, y tomé sus pies para jalarlos a mi boca. Comencé a olerlos, acercándolos con ambas manos a mi nariz, y mi pene buscaba de nuevo su vagina. Pero no le atinaba, y el ano era rozado por la verga. Caro se movía cuando esto pasaba, insegura de si le gustaba eso en los dedos o no. Recargué todo el peso sobre el pene, y éste se asentó en el anito, mientras me metía todos los dedos del pie derecho en mi boca, y el otro pie me rozaba la cara, lo cual me ponía más y más erecto. Estaba tan caliente que juraba que podría volver a eyacular en ese momento, pero aún mi cuerpo no tenía suficiente semen. Y sin estimulación de la boca o de la mano, no podría venirme. Así que simplemente le lamí las plantas, metí mi lengua entre sus dedos, y ella se retorcía entre gemidos, algunos de risa, otros de placer, y finalmente dijo "¡YA! ¡Nalguéame!" Dejé sus pies de lado para apretar firmemente mi pito entre sus nalgas, y le nalguée la pompi derecha tan fuerte que le dejé la mano marcada. Ella gimió ruidosamente y comenzó a lubricar por la panocha. Gritó "Más" y le di con la otra mano. Volví a eyacular, pero esta vez sobre las nalgas, rodeando su cola, y se embarró todo lo que me salió sobre las nalgas rojas y adoloridas. Se volteó y me besó.


Dijo que quería repetir la sesión, pero sería para otro día...

Painted Toes

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Stroking

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Teasing

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